Cromáticos Traumáticos

31.3.08

Estoy jodido porque el tema sobre el que quiero hablar hoy es un asunto delicado. Espinoso. Lacerante.
Pero quiero hacerlo a pesar de que van a abrirse viejas heridas y vamos a volver a ser pasto de los diversos traumas y daños morales (la mayoría irreparables) que este hecho nos causó en los albores de nuestra vida. A muchos, nos destrozó la infancia.
Me estoy refiriendo a aquellos estuches y plumiers de lápices de colores en los que, por muy caros y completos que fueran, siempre había un gran ausente: el lápiz de color carne.
Cada vez que la profesora (o la seño en su defecto) nos pedía dibujar una familia, torrentes de sudor frío, incluso alguna micción involuntaria, recorrían nuestros pequeños cuerpecitos.
A pesar de nuestras limitadas habilidades, éramos capaces de plasmar en un bloc cualquier paisaje, casa o coche. No había problema con eso.
El cataclismo se producía cuando nos tocaba colorear caras y manos, y nos veíamos inmersos en la difícil tesitura de escoger el color que más se aproximara a la realidad. Los resultados eran bochornosos.
Si nos decantábamos por el color rosa, nuestros papás acababan pareciendo dos ingleses recién llegados de Torrevieja . Y si lo hacíamos por el naranja, daba la sensación de que acaban de sacar la cabeza de un horno. Una chapuza, vamos.
Pero lo más chocante de todo es que los lápices de color carne existían. No sé de dónde coño pudo salir, pero yo ví uno una vez. Lo tenía un niño de 3º de primaria y lógicamente lo perdía menos de vista que Gollum al anillo (mi tesssorooooo).
Recuerdo que ese niño era la envidia de la escuela. Era el puto amo, y tal vez el único de aquella promoción de canijos que ahora vive una madurez plena y feliz.
Los demás deberíamos haber reclamado daños y perjuicios por ésto, y recordar a los fabricantes que hagan algo para evitar futuros traumas, que no tiene que ser tan difícil conseguir el color que más se usa.
Solo hay que fijarse en el color de la madera de los propios lapiceros, cojones.
Si después de inventar Internet y poner hombres en la luna no somos capaces de solucionar esto, mal vamos.

Panes y Salchichas

28.3.08

Después de haber transcurrido algo más de un año sin publicar nada en este blog (que poca vergüenza tengo), vuelvo a la carga para denunciar este galimatías al que nos toca enfrentarnos cuando nos apetece comer perritos calientes.
Me lo dijo mi colega Fita y qué razón tiene el amigo!!!
El enigma de los hot-dogs, lejos de solucionarse, tiende cada vez más a descuadrar nuestra lógica llevándonos a pensar que......una de dos:
o es relamente algo esotérico, digno de monopolizar un segmento en horario "prime time" del Cuarto Milenio, o bien es pura mala hostia o falta de entendimiento entre los fabricantes de panes y salchichas. ¿De verdad es tan difícil ponerse de acuerdo?
Vamos a ver, vamos a ver......
Si los paquetes de pan para perritos constan de 6 unidades....¿por qué carajo los de salchichas traen 5? ¿por qué?
¿Para qué nos ha servido estudiar matemáticas y tragarnos todo ese coñazo de las propiedades de los conjuntos? Pero si es lo primero que te enseñan en primaria!!!!
Por lo visto nadie se ha dado cuenta de que el número 5, aparte de tener una rima nefasta, combina mal a la hora de repartir.
El caso es que al final, o falta una salchicha o peor todavía, sobra un pan al que nos cuesta dar otro uso y que al final acabamos relegando en un rincón de la despensa hasta que legiones de hongos verdes acaban con el esplendor que antaño tenía.
Sr. Panrico, Sr. Oscar Mayer, por favor. Les pido encarecidamente que hagan uso de la praxis, lleguen ustedes a un entendimiento y dejen de hot-dernos de una puta vez, hombre ya.